El robo de cables y transformadores se ha convertido en un hecho usual y viene aumentando considerablemente en los últimos tiempos en la región. Las prestadoras de servicios de electricidad y comunicación y los vecinos son los principales perjudicados.
Las primeras acusan pérdidas constantes, los segundos padecen la falta de servicio. Los casos más usuales están relacionados con la sustracción de los cables del tendido urbano, los cables que se extienden entre poste y poste. Aunque Edersa denunció hace unos días que ya se llevan contabilizados 13 transformadores que han sido robados.
Tanto el Concejo Deliberante como el Ejecutivo reginense se han reunido con las autoridades policiales a fin de tratar de solucionar el tema.
La cuestión es que es comprensiblemente difícil que la policía destine personal a recorrer el amplio ejido para intentar controlar el delito, si bien varios de los arriesgados ladrones han sido encontrados en pleno acto.
La justicia actúa a partir de denuncias que a esta altura de los acontecimientos son las menos, en virtud de la seguidilla de ilícitos. Por lo tanto debería actuar de oficio.
No es necesario ser juez o fiscal para darse cuenta que el objetivo de quienes se llevan los cables no lo hacen para dejarlo de recuerdo en el patio de sus casas sino que el objetivo es la venta del cobre.
El cobre es un metal casi precioso para la industria: maleable, versátil, durable, antimicrobiano, reciclable y excelente conductor de la electricidad. En la industria se lo utiliza en la producción de motores, en los sistemas eléctricos, de refrigeración y en aparatología médica.
La cuestión es entonces hacer el adecuado seguimiento o la trazabilidad de los componentes robados que con seguridad tienen uno o varios destinarios en la región o por lo menos representantes de comercios que se dedican a la venta del preciado metal.
Evidentemente hay un circuito ilegal montado para su reducción y reventa clandestina.
En ese circuito están estos, los que más riesgo corren, que vandalizan los tendidos para conseguir el material. Tiene que haber un lugar cercano donde se compran y almacenan estos materiales y finalmente una fundición donde se separa el cobre del aislante que lo protege para su posterior comercialización.
En consecuencia no alcanza con detener a quienes se suben a los postes a cortar el cableado. La justicia se debe ocupar de investigar y detectar hacia dónde va el material, tenemos la esperanza de que se esté haciendo.
